La Talentosa SeƱora Justicia
- MCI
- 2 ene
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El Poder Judicial chileno, financiado Ćntegramente con los impuestos de los ciudadanos, opera como un organismo autónomo sin supervisión externa efectiva. Ni la ContralorĆa General de la RepĆŗblica ni los mecanismos de transparencia activa tienen injerencia en su administración, lo que deja su gestión completamente aislada del escrutinio pĆŗblico y sin rendición de cuentas ante otras instituciones del Estado.
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Aunque diseƱado originalmente para garantizar la independencia judicial, esta autonomĆa se ha degradado, convirtiĆ©ndose en un sistema que fomenta una opacidad extrema. Esto no solo facilita la corrupción, sino que tambiĆ©n compromete los principios fundamentales de transparencia y rendición de cuentas que deben sustentar un Estado democrĆ”tico.
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La Corporación Administrativa del Poder Judicial (CAPJ), responsable de gestionar los recursos financieros, tĆ©cnicos y operativos del sistema judicial, no es auditada por la ContralorĆa General de la RepĆŗblica. Esto significa que ni el uso del presupuesto ni la distribución de causas a los tribunales estĆ”n fiscalizados por un ente independiente. La exclusión, establecida en la Ley OrgĆ”nica Constitucional del Poder Judicial de 1989, ha convertido al Poder Judicial en un espacio impenetrable, donde las decisiones administrativas y presupuestarias se toman sin control externo ni obligación de rendir cuentas.
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El Consejo Superior, compuesto por miembros de la Corte Suprema, tiene control absoluto sobre las decisiones administrativas del Poder Judicial. En 2024, gestionó un presupuesto de 1,3 billones de pesos, destinado en mĆ”s del 85 % a remuneraciones, mientras que el resto cubre gastos administrativos que no son auditados ni explicados pĆŗblicamente. Este presupuesto, ademĆ”s, excluye la construcción de infraestructura judicial, lo que refleja la falta de inversión en mejoras fĆsicas y logĆsticas del sistema.
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La distribución de causas judiciales, controlada por la CAPJ, es el punto mĆ”s crĆtico del sistema. Este mecanismo, que deberĆa garantizar imparcialidad, permite la asignación estratĆ©gica de casos a tribunales especĆficos, manipulando resultados y favoreciendo intereses económicos y polĆticos. Sin un registro pĆŗblico transparente, estas decisiones quedan fuera del escrutinio ciudadano, perpetuando la opacidad y el abuso de poder.
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Un ejemplo claro es el Caso Curauma, donde se denunció la manipulación del sistema para asignar la causa a un tribunal favorable, asegurando resoluciones alineadas con intereses privados. Otros casos emblemÔticos incluyen la insolvencia transfronteriza de LATAM Airlines, la inscripción fraudulenta de camiones usados y el despojo de propiedades inmobiliarias en el norte de Chile. Estas manipulaciones no solo comprometen la integridad del sistema, sino que también perpetúan un modelo donde los recursos y derechos de muchos son transferidos arbitrariamente para favorecer a unos pocos.
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La contralorĆa interna del Poder Judicial, encargada de supervisar sus operaciones administrativas, carece de autonomĆa real, ya que depende de la misma estructura que deberĆa fiscalizar. Entre 2021 y 2024, solo el 12 % de las auditorĆas internas derivaron en recomendaciones vinculantes, y ninguna resultó en sanciones significativas. Este escenario evidencia la incapacidad de los mecanismos internos para controlar el uso indebido de recursos o prevenir actos de corrupción.
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Según un informe de 2022 del Consejo para la Transparencia, el Poder Judicial obtuvo una calificación de solo 52 % en cumplimiento de normas de acceso a la información, muy por debajo del promedio nacional de 78 %. Actas del Consejo Superior, decisiones sobre contratos administrativos y detalles presupuestarios permanecen ocultos, alimentando la percepción de un sistema opaco y cerrado al escrutinio público.
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Esta combinación de autonomĆa absoluta, falta de supervisión y opacidad ha creado un entorno donde la corrupción no solo es posible, sino que estĆ” profundamente arraigada. Desde la manipulación de la distribución de causas hasta contrataciones sin licitación, el Poder Judicial opera como una entidad desconectada de las normas que rigen a otras instituciones pĆŗblicas. Esto compromete la confianza ciudadana y perpetĆŗa un ciclo de abusos en la gestión de recursos y la administración de justicia, erosionando los pilares fundamentales de la democracia chilena.
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Sin reformas que incluyan auditorĆas independientes y una polĆtica de transparencia real, el Poder Judicial continuarĆ” al servicio de intereses internos, mĆ”s que de la ciudadanĆa que lo financia.




