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Chile frente al espejo

  • MV
  • 18 ene
  • 2 Min. de lectura

Chile en 2025 enfrenta un desafío histórico que exige redefinir su compromiso con la justicia como eje fundante de su estructura social. En un país que aspira a ser ético y moralmente consistente, no hay lugar para prácticas como el forum shopping o el cheating shopping, expresiones que contradicen la esencia misma del estado de derecho y la igualdad ante la ley. Estas prácticas simbolizan no solo un problema técnico, sino una falla ética que desvirtúa el propósito original de la justicia: garantizar imparcialidad y proteger la dignidad de cada individuo.


La justicia, en su forma más pura, no puede ser un instrumento que favorezca a unos pocos, sino el fundamento de una sociedad cohesionada y próspera. Cuando se manipulan las reglas del juego, se socava no solo la legitimidad de las instituciones, sino también la posibilidad de un futuro común en el que las oportunidades y responsabilidades sean compartidas de manera equitativa. La certeza jurídica, en este contexto, debe elevarse como el único terreno donde todas las decisiones, económicas o políticas, se arraiguen y prosperen.


En este momento crítico, las élites tienen la oportunidad, y la obligación, de actuar con integridad. La justicia no se negocia, no se adapta ni se subordina a intereses particulares; es un principio inmutable que debe prevalecer incluso frente a las presiones más intensas. Liderar desde este paradigma implica asumir una posición moral que trascienda los intereses inmediatos, promoviendo reformas que fortalezcan la transparencia y la rendición de cuentas, eliminando cualquier resquicio que permita vulnerar la esencia de la justicia.


Un país que se compromete con la ética y el respeto por el derecho no solo genera estabilidad interna, sino que se proyecta al mundo como un modelo de coherencia y honor. No cabe aquí el pragmatismo vacío ni los arreglos de conveniencia. La historia juzga con severidad a quienes se benefician de la debilidad del sistema, pero exalta a quienes, en momentos de crisis, lo transforman en una herramienta para el bienestar colectivo.


La justicia no es solo un ideal, es la esencia misma de una sociedad que aspira a ser digna y solidaria. Eliminar prácticas que la desvirtúan no es solo una demanda ciudadana, es un imperativo moral que define el alma de un país. Chile tiene la posibilidad de construir un futuro basado en principios inquebrantables, pero para ello, quienes lideran deben actuar con un compromiso ético irreprochable, haciendo de la justicia el único camino posible.


 
 
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