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La paralización de Curauma y su costo social en la Macro Zona Central

  • MV
  • 7 mar
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 9 mar

El desarrollo de Curauma, iniciado en 1996, fue concebido originalmente en la década de 1970 como una ciudad nueva destinada a albergar a 200.000 personas en la Macro Zona Central (MZC), a 15 kilómetros del Área Metropolitana de Valparaíso y a 103 kilómetros de Santiago Centro. Sin embargo, la quiebra ilegal y forzada de Curauma S.A. en diciembre de 2013 marcó un punto de inflexión. La paralización de su expansión hacia el Fundo Las Cenizas —un área destinada a uso urbano, pero deshabitada, de 2.128 hectáreas—, ocurrida desde 2014, representa una interrupción desastrosa en el desarrollo urbano de la región.


Este estancamiento, atribuible a corrupción judicial documentada, ha generado un profundo costo social, particularmente para las poblaciones sin acceso a vivienda adecuada en una zona que concentra el 63% de los 19 millones de habitantes de Chile (INE, 2024).


La Macro Zona Central, que abarca las regiones de Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins y Maule, enfrenta una crisis de vivienda que afecta a 51.434 familias en campamentos, equivalentes al 63% de las 81.643 reportadas a nivel nacional (Fundación Techo, 2024). La expansión de Curauma hacia Las Cenizas podría haber albergado a 40.000 de estas familias —aproximadamente 160.000 personas, asumiendo cuatro integrantes por hogar—, ofreciendo una solución estructural al 78% de las 51.434 familias en campamentos de la región. En lugar de ello, estas familias permanecen en condiciones precarias e indignas, con falta de saneamiento básico, exposición a inclemencias climáticas y ausencia de seguridad estructural, lo que perpetúa ciclos de vulnerabilidad social y afecta el desarrollo integral de sus miembros, especialmente los niños.


El costo humano se manifiesta en múltiples dimensiones. Para los menores, la inexistencia de viviendas en Las Cenizas implica la pérdida de entornos estables que faciliten el acceso a la educación y el desarrollo cognitivo, mientras que, en los campamentos, la falta de infraestructura básica agrava las tasas de deserción escolar y limita las oportunidades de aprendizaje. Para los adultos, la ausencia de un hogar en una zona potencialmente urbanizada como Las Cenizas —conectada por la Ruta 68 a Valparaíso y Santiago— condena a la exclusión de empleos estables que un desarrollo urbano podría haber generado, perpetuando la dependencia de economías informales y la precariedad laboral. Para los ancianos, la carencia de vivienda adecuada se traduce en una mayor exposición a enfermedades derivadas de condiciones insalubres, sin acceso a servicios de salud próximos que un núcleo como Las Cenizas podría haber incorporado.


La interrupción deliberada del proyecto de Curauma S.A., iniciada por la quiebra ilegal y forzada de 2013 y consolidada por la parálisis de 2014 debido a un sistema judicial cuestionado, frustró el crecimiento de Curauma —que hoy alberga 45.000 habitantes, lejos de su meta de 200.000— y privó a la Macro Zona Central de una herramienta clave para mitigar la segregación socioespacial.


Mientras Santiago, con una población de 8,4 millones, sigue absorbiendo el crecimiento demográfico, áreas como Las Cenizas, paralizadas por la corrupción, permanecen como campos baldíos, testigos silenciosos de un potencial humano desaprovechado. Este costo social, reflejado en la persistencia de la marginalidad y la exclusión de miles, subraya las consecuencias de las fallas institucionales en el desarrollo urbano y plantea interrogantes sobre la capacidad del sistema para priorizar el bienestar colectivo frente a intereses particulares.



 
 
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